El
hombre cuyo espíritu es de conflicto y desafío posee un interior que se halla
sediento de sangre del enemigo. Aún sin que sus manos aferren la garganta del
adversario, o sin que sus piernas y puños lo estén golpeando, basta solo con la
idea para su cuerpo se llene de odio o de deseos de vencer; y entonces estos
pensamientos se apoderan de su mente.
En Oriente hay un viejo dicho que reza lo siguiente el peor enemigo que existe
es la mente turbada.
La verdadera victoria no supone vencer al enemigo. La verdadera victoria es la
que ofreciendo amor se cambia y modifica el corazón del enemigo. Todos los
grandes maestros espirituales que han pisado esta tierra han enseñado lo
importante que es aprender a amar al enemigo.
El ser que en otros estilos, o en otras mentes es llamado enemigo para el
aikidoka se convierte en un maestro, en un igual, en tu imagen, es él quien te
ayuda a refinar tus ideas y tus técnicas, él es el contrapeso necesario para
agudizar tus sentidos.
Al no verlo como enemigo, ni como un ser al cual temes o desprecias ni deseas
causarle daño, te liberas inmediatamente de todos tus odios, es allí cuando en
ese preciso momento tu mente queda libre. Con una mente libre puedes captar
todos sus movimientos, todos sus puntos débiles y todo aquello que esté o no
dispuesto a revelarte.
En el Budo comprender al enemigo es un paso esencial, dado que al comprenderlo
esto permite que el odio desaparezca y brote el verdadero poder, la técnica
pura.
"En el Aikido no existe el enemigo como tal, solo se encuentra la persona
que se halla equivocada o alterada. Una persona en estas condiciones se vuelve
nerviosa y a veces violenta. Es deber del aikidoka ayudarlo a encontrar el
verdadero camino, sin odio y sin malas intenciones mediante la vía del Aikido".
Fernando
Cartofiel
viernes, 1 de octubre de 2010
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