Cuando Lao Tse se entero que su maestro, Chang Cong, estaba muy enfermo, fue a visitarlo. Era evidente que Chang Cong llegaba al fin de sus días.
- Maestro, ¿quieres decirme unas ultimas palabras de sabiduría?-dijo Lao Tse a su maestro.
- Aunque no me lo pidieras, tendría que decirte una cosa- respondió Chang Cong.
- ¿Qué es?
- Debes bajarte siempre del carruaje cuando pases por tu pueblo natal.
- Si, maestro. Esto significa que no debemos olvidarnos de nuestros orígenes.
- Cuando veas un árbol alto, debes acercarte a el y contemplarlo con respeto.
- Si, maestro. Esto me enseña que debo respetar a los ancianos.
- Ahora, mírame y dime si me ves la lengua-dijo Chang, abriendo la boca con evidente esfuerzo.
- Si.
- ¿Me ves los dientes?
- No. No te queda ninguno.
- ¿Sabes por que?
Lao Tse pensó un momento y dijo:
- creo que la lengua se conserva porque es blanda. Los dientes se caen porque son duros. ¿Es así?
- Si, hijo mío- afirmo Chang Cong asintiendo con la cabeza. Esta es toda la sabiduría del mundo. No tengo nada más que enseñarte.
Lao Tse observo mas tarde:
- En el mundo no hay nada tan blando como el agua. Pero nada hay que venza a lo duro como ella. Lo blando vence a lo duro y lo suave vence a lo poderoso. Todo el mundo lo sabe, pero son pocos los capaces de llevarlo a la practica.
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