sábado, 12 de mayo de 2012

Morihiro Saito Sensei.

 A 10 años del fallecimiento de Morihiro Saito Sensei.

Hoy se cumplen 10 años de que Saito Sensei paso a otro plano aquí les dejo un texto en memoria de Saito Sensei.



El 13 de mayo de 2002, fallecía a la edad de 74 años, Morihiro Saito Sensei, 9º Dan. Fue quien durante más tiempo estudió con O Sensei (23 años) y desde su muerte dirigía el Dojo de Iwama y era el encargado del Santuario Aiki.
Nacido el 31 de Marzo de 1928, cerca de Iwama, en la prefectura de Ibaraki, comenzó el estudio del Aikido con O Sensei en 1946, cuando solo contaba con 18 años de edad. Durante toda su vida combinó el aprendizaje y la enseñanza del Aikido con su trabajo en la Compañía Nacional de Ferrocarriles hasta su jubilación. Llegó al Aikido desde el Karate y el Kendo, como muchos de los practicantes de Aikido de aquellos años.
Era famoso por su fuerza y su vigoroso método de entrenamiento, pero sobre todo por su labor de preservación de nuestro arte marcial tal y como O Sensei nos lo legó. También por haber hecho hincapié en la enseñanza del Aiki-jo y del Aiki-ken y en su relación con la práctica a manos vacias, como elementos fundamentales para la práctica de un aikido tradicional. Enseñaba las técnicas tal y como él las había aprendido de O Sensei, y ese estilo acabó teniendo nombre propio.
Extendió mundialmente el Iwama Ryu, recibiendo como alumnos internos en Iwama a profesores de cualquier nacionalidad y dirigiendo seminarios multitudinarios allí donde iba. Además fue autor de: "Traditional Aikido" un aclamado manual en 5 volúmenes, y del libro "Takemusu Aikido".
Su ausencia está siendo lamentada por toda la comunidad del Aikido, pero sobre todo, como es natural por sus allegados y por sus alumnos con los que siempre se mostró muy cercano, y que lo recuerdan por su entrega, su sentido del humor y su sencillez.
A continuación reproducimos un artículo conmemorativo de Chiba Sensei originalmente escrito para “Biran, the Aikido Journal of Birankai/USAF-Western Region

T. K. Chiba, 8º dan Shihan

          El mundo del Aikido ha sufrido otra enorme perdida con la muerte de Morihiro Saito Shihan, quien falleció el 13 de Mayo de 2002. Fue uno de los discípulos de Morihei Ueshiba más antiguos y que durante más tiempo lo siguió, y fue el encargado del Santuario Aiki en Iwama, Prefectura de Ibaraki en Japón. Su relevante influencia puede verse directa e indirectamente en casi cualquier parte del globo.
El a menudo llamó a su arte "Aikido tradicional," indiscutiblemente su arte era portador del peso de la transmisión directa de O-Sensei tanto en su esencia como desde la perspectiva histórica.
He sido muy afortunado al haber tenido la oportunidad de aprender el arte de la mano de Saito Sensei tanto en los tiempos en que me convertí en uchideshi en el Dojo de Iwama a finales de los años 50, como cuando nos enseñaba en el Hombu Dojo, un domingo al mes, a principios de los 60.
M. Saito 2000Todavía puedo oír el sonido de sus pasos aproximándose al dojo desde su casa en Iwama, que no distaba ni 50 metros, a primera hora del día para la clase de la mañana. Cuando el característico sonido de los geta (calzado de madera) resonaba por todo el gélido bosque de pinos, era conscientemente de que tenía que despertarme pensando, "Aquí viene". No sólo tenía que estar preparado para el entrenamiento en el tatami, también estar seguro de que todo se había hecho exactamente como debía ser hecho. Ni una sola cosa, ni la más minúscula, podía ser pasada por alto o descuidada ni siquiera una sola vez.
En Iwama, salvo que coincidiese con su turno de trabajo (trabajaba para la Compañía Nacional de Ferrocarriles), Saito Sensei tenía a su cargo la clase de primeras horas de la mañana y la de la tarde. De vez en cuando O-Sensei también impartía la clase de la tarde o venía a ver la clase. Se sentaba frente a la kamiza con los ojos de un águila, sin decir nada, completamente inmóvil, mientras Saito Sensei dirigía la clase. O-Sensei a menudo resaltaba la importancia del katai-keiko, que en Japonés quiere decir ser duro, vigoroso, lleno de fuerza.
El entrenamiento y la atmósfera en Iwama no sólo eran diferentes de lo que yo había experimentado en el Hombu Dojo sino además totalmente opuestos, debido a que el entrenamiento del Hombu buscaba sobre todo el flujo del ki, lo que naturalmente me producía confusión al principio.
Gran parte del los miembros del Iwama Dojo eran granjeros locales, duros trabajadores que pasaban todo el día en los campos. Eran de fuerte constitución y gran fuerza física, combinada con el típico carácter local conocido como "Mito kishitsu," un tipo de valor cercano a la gallardía. En suma, era una cultura bastante diferente a la del Hombu Dojo en Tokyo, donde, como capital de Japón, sus miembros eran ejecutivos, intelectuales, hombres de negocios, políticos y estudiantes universitarios.
Con Osensei en 1955Cualquiera que viniese a visitar el dojo de Iwama desde el Hombu debía parecer pálido y débil para los practicantes de Iwama. De hecho, los estudiantes de Iwama nos trataban a los del Hombu como tales y practicaban con nosotros con gran vigor. Era cuestión de supervivencia para los del Hombu Dojo, incluyendo a los uchideshi como yo. Y Saito Sensei estaba en lo alto de aquella montaña que teníamos que escalar con todas nuestras fuerzas.
Naturalmente, Iwama no era un sitio muy popular para los uchideshi del Hombu, no sólo debido a los retos con los que se iban a encontrar allí, también por las diarias e intensas obligaciones que tenían como uchideshis. Eso incluía el trabajo en la granja, el cuidado del dojo y del santuario, y la parte más difícil, cuidar de la anciana pareja, O-Sensei y su mujer, lo que resultaba simplemente insoportable para la mayoría de los chicos de ciudad acostumbrados al clamor y lujo de la vida urbana.
En ocasiones, O-Sensei también daba clase durante el día en el bosque que rodea al dojo. El entrenamiento consistía, sobre todo, en un enérgico trabajo de yokogi-uchi individual o con compañero. Tradicionalmente este es un sistema de entrenamiento famoso de la Escuela Jigen en Kagoshima, en el sur de Japón, en el cual el practicante golpea continuamente haces de ramas recién cortadas depositadas sobre una base de madera. La primera vez que probé este entrenamiento, al cabo de diez minutos había perdido la piel de las manos y comencé a sangrar.
Saito Sensei parecía siempre consciente de la presencia de O-Sensei, estuviese éste físicamente o no en Iwama. Saito Sensei no hacía diferencias en su manera de enseñar, pero era siempre fiel a los fundamentos del katai-keiko.
Recuerdo muy bien una exhibición que llevó a cabo con otros shihan frente a O-Sensei con ocasión de la Celebración del Año Nuevo en el Hombu Dojo. El solamente hizo katadori ikkyo tan sencillamente como solía hacerlo en sus clases, conocía bien el peligro de hacer cualquier otra cosa frente a O-Sensei.
Soy muy consciente de la gran contribución y el servicio que Saito Sensei ha rendido al mundo del Aikido. Personalmente, creo que fue, no sólo uno de los más grandes profesores de Aikido, sino que además prestó un gran servicio a O-Sensei y su esposa en sus últimos años que obviamente nació de un profundo respeto y lealtad hacia su profesor.
A menudo me pregunto si yo hubiese tenido su misma fuerza de voluntad, comprometiéndome a tal grado de sacrificio personal y tal cantidad de trabajo, que incluso los miembros de la familia podrían haber dudado.
Cualquiera que conociese el carácter de O-Sensei y su mujer, sabe que no era una tarea fácil. Sus valores de vida eran muy diferentes a los del Japón moderno. Cuando miro atrás, no puedo sino imaginar que debía haber algo más allá del respeto y la lealtad que Saito Sensei sentía por su Maestro. Sólo puedo pensar que era algo parecido a una estética con la que se educó, que guardó en su corazón y murió con él. Lo veo como un bello ejemplo de la personificación de la esencia del guerrero.
Igual que cambian las generaciones, la historia personal de Saito Sensei ira siendo olvidada e ignorada, oculta por la historia oficial del Aikido. Esta es una parte muy privada de la historia del Aikido - su virtud, junto con el sacrificio de su familia - merece reconocimiento, respeto y gratitud y debe ser recordada por las generaciones que vengan. Habiendo sido testigo de este episodio de la historia con mis propios ojos, creo que es parte de mi responsabilidad escribir una nota como esta.
Esta es la elegía que quería ofrecer a Saito Sensei, en su honor. Y rezo, con mis más profundos votos, por su eterno descanso.
Gassho.




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